

Número: 3

#Editorial

La muerte es parte de la vida. Es una máxima con la cual las personas tenemos que lidiar, luchar, confrontar. Cualquiera que dude de la realidad debe enfrentarse a su muerte para ver si realmente sigue dudando o sólo es un discurso repetido, disfrazado de discurso profundo y autónomo, libre. Hay muertes que nos duelen más, y eso depende, directamente, de la cercanía que tengamos con l@s difunt@s . Lo más inmediato es un familiar: entre más cercano es más fuerte el dolor. Después seguimos con l@s amig@s, maestr@s y conocid@s. Qué fácil es conmovernos con la muerte, no importa si no conocemos a la persona que fallece, siempre levantamos un “qué pena”, un “lo siento” ante la muerte. ¿Por qué? Pautas culturales, empatía, humanidad, costumbre. Es difícil saber realmente por qué lo hacemos. Muy poc@s se muestran indiferentes hacia la muerte pues hay quienes la disfrutan, la celebran, la defienden. No importa si es un asesino condenado a la muerte, la ruta de escape del nihilista o del deprimido, el curso irremediable de la naturaleza, la muerte siempre nos provoca algo.Mueren y mueren grandes poetas, grandes músicos, grandes seres humanos, grandes compañer@s. Es extraño conmoverse con la idea de la muerte de algún ser famoso con el cual no tuvimos contacto. Sin duda la Obra de estos es una forma de comunicación muy directa pero no total. Pero basta sólo con leer, escuchar, vivir las creaciones de much@s para sentirlos como cercan@s, como amig@s, como maestr@s, y en muy raros y muy psicoanalíticos casos, como familiares. Por eso no es extraño ver cómo las personas se conmueven con los aniversarios luctuosos. Sería hipócrita que no recordáramos la fecha fatal de una persona. Sería absurdo decir que alguna imagen no nos evoca a una persona muerta. Sea como sea, siempre tenemos la muerte presente; ya sea por los periódicos, por las redes sociales, o por la vida misma, siempre estamos conviviendo con la muerte, en espera del día que decida pasear con nosotr@s.La muerte es una de las conexiones más fuertes de la humanidad, el único síntoma de esa palabra denominada “igualdad”: tod@s vamos a morir. Por eso, y sin importar las circunstancias, no debe sorprendernos en un futuro cuando la muerte nos conmueva (porque aún nos seguimos sorprendiendo). Si en estos días leíste sobre la muerte de algún poeta, o leíste que era el aniversario luctuoso de alguien, piensa con cuidado si criticarás a las personas que se ven muy afectadas por este tipo de información. Quizá no alcancemos a ver las razones por las que nuestr@s cerrcan@s lloran por Pacheco o por Gelman, pero sí entenderemos la razón fundamental, la raíz única y primera que nadie puede negar, cuna de la tristeza: la muerte.
Cada vez somos más ¡Gracias!
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