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#Literatura

El Poeta Nuestro de Cada Día

 

Por Mariano Hernández Yberry

Juan Gelman

Juan Gelman

José Emilio Pacheco

José Emilio Pacheco

José Emilio Pacheco y Juan Gelman

José Emilio Pacheco y Juan Gelman

José Emilio Pacheco

José Emilio Pacheco

José Emilio Pacheco y Juan Gelman

José Emilio Pacheco y Juan Gelman

Juan Gelman

Juan Gelman

José Emilio Pacheco

José Emilio Pacheco

Juan Gelman

Juan Gelman

Es muy extraño cómo la muerte conoce las coincidencias. El 14 de enero del reciente año murió el poeta argentino Juan Gelman. No habían pasado ni dos semanas cuando José Emilio Pacheco escribía un artículo para la revista mexicana Proceso donde hablaba sobre Juan Gelman. La noche del viernes 24 de enero, Pacheco envía su artículo llamado La travesía de Juan Gelman. El sábado en la tarde es hospitalizado por un golpe en la cabeza. El domingo por la tarde-noche fallece el poeta, cuentista, novelista y traductor mexicano. Era 26 de enero del año que apenas empieza…

 

El periódico chileno La tercera recuerda una entrevista con el poeta mexicano en la cual él declara que no podría ser ni siquiera el mejor poeta de su barrio pues, en la esquina de su calle, vive Juan Gelman. No sólo compartían calle, también compartían, al menos, un premio, el que es considerado el más importante en lengua española: el Premio Miguel de Cervantes. En 2007 le fue otorgado al autor de Violín y otras cuestiones; dos años después le fue otorgado al autor de Los trabajos del mar.

 

El poeta argentino nació el 3 de mayo de 1940 en Buenos Aires, Argentina. Fue increíble ver cómo su muerte fue tan hablada días después de que ésta ocurriera.

 

Su poesía circuló en las redes sociales de una manera que no había notado en otros poetas. Grandes personalidades del círculo cultural y literario se unieron al duelo de Gelman, quien murió a los 83 años aquí en el Distrito Federal por un síndrome mielodisplásico (enfermedad que provoca que la médula ósea no funcione correctamente y no permite la formación de glóbulos rojos). Incluso laRepública Argentina declaró 3 días de luto nacional. Llegó a México en la década de los 70 cuando la dictadura militar de su país natal lo exilió. El exilio sería una constante en su poesía, así como el secuestro de su hijo y de su nuera, el cual quedaría grabado en un desgarrador poema: Carta abierta:

 

hablarte o deshablarte/dolor mío/

manera de tenerte/destenerte/

pasión que munda su castigo como

hijo que vuela por quietudes/por

arrobamientos/voces/sequedades/

levantamientos de la ser/paredes

donde tu rostro suave de pavor

estalla de furor//adioses…”

 

Son las primeras dos estrofas de este poema, extraídas de la antología Otro mundo (Ed. Fondo de Cultura Económica, 2008). El título lleva una nota al pie de página en la cual Gelman explicó el porqué del poema, la historia de su hijo y la esposa de éste, mismos que no reconocerá muertos hasta ver los cadáveres. Una nota que rompe con la idea de que el poeta sólo escribe su poema y ya. Aquí la nota deja la duda, en un principio, de quién la escribe, sin embargo la llamada de atención al autor es parte del poema. Realmente el poema pierde sentido sin el pie de página. Los editores de los libros de Gelman no tocan ni una sola letra de esa nota.

 

Los sustantivos hechos verbos, sustantivos usados para medir el tiempo, para crear verbos: “duró un relámpago”, “en pleno colibrí”, “niñábamos”, “cuando pasabas con tu otoño a cuestas”. Las palabras se liberan de la esclavitud de la Academia en la poesía de Gelman: “según otoña” (aquí es doble la liberación), “a rostros gente”. Hay poemas donde el poeta delata su dolor, ya sea por el exilio –prueba dura para cualquier poeta-, por la muerte de su madre, o por una mezcla en conjunto de las dos. Una forma fantástica de expresar dolor dándole voz a las sillas, a los pájaros; hay momentos de terrible angustia y soledad en la obra de Gelman, un poeta atormentado que encontró consuelo en la poesía. Un pequeño fragmento del maravilloso poema de Gelman, Lluvia:

 

pero el alma qué puede explicar/

por eso mi vecino tiene tormentas en la boca/

Palabras que naufragan/

palabras que no saben que hay sol porque nacen y mueren la misma noche en

que amó/

y dejan cartas en el pensamiento que él nunca escribirá/

como el silencio que hay entre dos rosas/

o como yo/ que escribo palabras para volvera

mi vecino que mira la lluvia/

a la lluvia/

a mi corazón desterrado/

 

*Las batallas de los recuerdos

 

José Emilio Pacheco debe ser el autor que casi todo mexicano conoce. Por alguna extraña razón se considera que Las batallas en el desierto es un libro obligatorio para la educación secundaria o preparatoria. Nos lanza a la aventura de Carlos casi sin entender el complejo de Edipo, o sin haber entendido con claridad cómo fue el sexenio de Miguel de la Madrid. Y aun así, cómo recordamos a Carlos, a Mariana y a Jim. Debe ser el libro más leído de Pacheco, el más buscado, el más autografiado. No diré que el más comentado pues me parece que, como antípoda de Las batallas, está el libro menos leído: Morirás lejos. Siguiendo con los contrastes, encontramos el segundo libro más leído: El principio del placer.

 

El principio del placer es una novela corta –que da título completo al libro- y una colección de 6 cuentos –género bien logrado por Pacheco. Según me platicó el también novelista y poeta, Salvador Mendiola, Pacheco le confesó que el título de la novela, así como todos los cuentos, fueron un desahogo de ciertos complejos edípicos. Algo no muy arriesgado de pensar si se pone atención al título del libro.

 

Pero más allá de la interpretación freudiana encontramos cuentos aterradores como Tenga para que se entretenga, o tan surreales como Fiesta Brava. ¿Alguna vez has pensado en escribir un cuento, cuando, de repente, te vuelves el protagonista de éste? Se los dejo de tarea.

 

La poesía de Pacheco, como en general su obra, está cargada de un lenguaje muy sencillo y directo, no muy rebuscado pero no por eso inculto. Las letras desbordan una vida dentro de las bibliotecas y hemerotecas, pero también alguien que gusta de su ciudad, una persona que trató de entenderla y conocerla hasta por los más ínfimos rincones, hasta casi encontrar la ciudad perdida que sabemos existe debajo de nosotros, algo elemental en la obra de Pacheco: la vida subterránea, los túneles, el Metro del Distrito Federal.

 

Se fueron grandes poetas. Apenas empieza el año. Si he de ser sincero, conozco más la obra de Pacheco que la de Gelman. Este artículo no trataba de llegar a una interpretación excelsa de la obra de alguno de ellos. Es algo para lo que todavía no estoy preparado. Es un simple homenaje que ojalá despierte algo en el lector y los mande a buscar un libro de alguno de los dos (si va a ser de Pacheco, sugiero El reposo del fuego). Sin más, así empezamos el año: qué inicio tan alentador.

 

Q.E.P.D.

 

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